Article sobre Francisco Armanyà pel Diccionario de Historia Eclesiástica de España

Francesc Tort i Mitjans; Barcelona 4 - 11 - 2006


Armanyà Font, Francisco. OSA, obispo y arzobispo. Nace en La Geltrú - unida a finales del siglo a Villanueva - el 3 de junio de l7l8 cerca del castillo y de la iglesia parroquial. Muere en el palacio arzobispal de Tarragona el 4 de mayo de l803. Su padre Francisco era marinero. La familia de su madre, Rosa, agricultores. Décimo de doce hermanos: cuatro mueren en la infancia, cuatro religiosos, entre ellos José ingresado en el convento de dominicos de Santa Catalina de Barcelona y Mariano en el convento de agustinos calzados de la misma ciudad. Dos contrajeron matrimonio. Francisco, concluidos sus estudios primarios en la misma Geltrú, a los once años es enviado junto a su hermano José, a la sazón nombrado maestro del Colegio Internado que los dominicos tenían en Tremp (Lérida), en donde se perfecciona en el latín y cursa filosofía. Regresa, pasados dos años, a la Geltrú con el grado de bachiller.
Francisco decide seguir los pasos de su hermano Mariano, agustino, ingresando a los catorce años en los Agustinos Calzados de Barcelona (1732), profesa (1734) y ordenado sacerdote (1742). Maestro de Novicios (1743). Oposita a cátedras en la universidad de Cervera (1746). Su reconocida erudición, sobre todo en Teología e Historia, hace que sea nombrado (1748) socio numerario de la Academia de Buenas Letras de Barcelona. En el mismo año, a sus trenta, es elegido prior del convento de Igualada. Secretario del provincial (1750). Doctor y maestro (1751). Prior del convento de San Agustín de Barcelona (1752-58), en cuyo priorato concluye la fábrica de la monumental iglesia de San Agustín de Barcelona.

En el capítulo celebrado en Epila fue elegido, a los cuarenta años, provincial de los agustinos calzados de Aragón y Cataluña (l5-IV-1758). Concluido su trienio es prefecto provincial de estudios en cuyo periodo, de 1761 a 1768, trabaja en la composición de su obra Cursus Theologicus que no pudo terminar al ser nombrado en 1768 obispo de Lugo. Su condición de agustino se evidencio siempre aunque con ecuanimidad.

Armanyá, situado en sus coordenadas, puede definirse como uno de los obispos más eruditos e ilustrados de España. Austero, piadoso, antijesuita, filojansenista, filoregalista, monárquico, episcopalista moderado, pastor celoso y prudente. Domina el latín, griego, francés. Habla y escribe a la perfección el castellano. No disiente del “statu quo” originado tras la Guerra de Sucesión. A la muerte de Felipe V pronunció la oración fúnebre. En Lugo representará a Carlos III en sendos jubileos (1774, 1779, 1784) y cuando desde Lugo, camino de Tarragona, pase por Madrid, será recibido dos veces por Carlos III.

En el contexto de la insatisfacción manifiesta en Cataluña de que los titulados en la universidad de Cervera no fueran promovidos al episcopado y, sobre todo, por su perfil político y religioso, acaece su elección a la sede de Lugo, con Señorío Episcopal incluido.

Armanyá en posesión de las bulas pontificias, de las que el Consejo de Castilla retuvo la “Pro Vasallos” del Papa, el 28 de agosto de 1768 fue consagrado obispo por el de Barcelona José Climent y Avinent en templo de San Agustín. El 25 de octubre llega a Lugo y el 30 toma posesión del obispado.


Armanyá encontró Lugo sin biblioteca adecuada e inició la creación de la Biblioteca Episcopal dotándola de las mejores obras completas existentes que en casi su totalidad aun pueden consultarse en el Seminario de Lugo. También en el archivo diocesano de Lugo, como después en Tarragona, se evidencia su cariz ilustrado y organizador al dejar la documentación, edictos, etc., de su pontificado cuidadosamente encuadernados. Inicia la visita pastoral de la diócesis a mediados de 1769, año en que también redacta la primera visita “Ad Limina” de su episcopado y emite, en octubre, su parecer favorable a la extinción de la Compañía de Jesús. En el mismo 1769 emprende, a tenor de providencias del Patronato de Castilla, cumplimentar el Plan Beneficial dirigido a reducir los beneficios incongruos, numerosos en diócesis tan extensa y con tantos monasterios y prelaturas. La lentitud con que Armanyá lo va realizando demuestran su talante de buen gobernante que considera caso por caso con criterios de justicia. El 6 de diciembre de 1773, tras el breve de extinción de Clemente XIV, publica su pastoral sobre la misma en la que denuncia la doctrina del Probabilismo.

Valorando la enseñanza, a todos los niveles, crea, en 1780 tres escuelas gratuitas dos para niñas y una para niños. Pese a cumplir fielmente con las obligaciones derivadas del Señorío Episcopal como, por ejemplo, la construcción de la nueva cárcel de Lugo, inaugurada en 1776, a partir, sobre todo, de 1780, como después también, a partir de 1798 le sucederá en Tarragona, empieza a sufrir oposición al Señorío siendo su respuesta, ahora y después, seguir actuando conforme a la tradición recibida sin argumentar a favor del estado de las cosas, ni insinuar oposición alguna a su derogación legal, previsiblemente próxima, cuando ya se iba preparando, incluso, un futuro decreto de desamortización más o menos predecible.

Armanyá hace uso de la pastoral, al estilo de la época, siguiendo las pautas de su maestro San Agustín, de San Carlos Borromeo, de Santo Tomás de Villanueva. Su pastoral se dirige, a conseguir la debida instrucción de los seminaristas, sacerdotes y fieles en aras de fomentar la vida recta, “el camino estrecho” y la recepción fructuosa de los sacramentos. Por lo que mira al clero, destaca su dedicación y examen personal a los aspirantes a órdenes y fomentar por todos los medios la instrucción bíblica, moral i litúrgica. Así valoró y urgió la asistencia a la Conferencias Morales y Litúrgicas que habían sido instituidas por su predecesor Sáez de Buruaga. Por lo que mira al pueblo destaca la santa misión general de 1775, predicada por los Capuchinos, Dominicos y Agustinos, iniciada en la ciudad de Lugo con una procesión de penitencia presidida por Armanyá, con crucifijo en mano, soga en el cuello y sermón inicial en la catedral.

Pero el pico más alto de su celo en pro de la instrucción se encuentra en la pastoral publicada en 1783: Su primera parte, de 107 páginas “Demuestra la infalible verdad de la Religión cristiana y se promueve la debida instrucción en su doctrina” . La segunda parte, de 112 “Trata y promueve la debida instrucción en la Doctrina Cristiana.” Abundan en ambas partes párrafos ponderando los límites de la razón y cómo conciliar ésta con la Fe. Demostradas largamente las limitaciones de la razón y de las ideas de los nuevos filósofos en orden a llegar a la verdad, se esfuerza en probar la necesidad de la Revelación y del magisterio de la Iglesia. Si en Tarragona preparará el Catecismo de la Doctrina Cristiana en catalán, que en su vida no verá la luz por problemas políticos coyunturales, esta magna pastoral, de la que se hicieron varias ediciones, es como un faro que se proyecta e ilumina todo su episcopado. Contiene más de 400 citas de clásicos, Escritura, Padres, concilios, papas etc. El obispo se muestra en ella, por un lado, profundo conocedor de la psicología humana y, por otra, tener conciencia plena de los aires críticos del siglo ilustrado hacia la religión cuyos postulados difundirá, después, La Enciclopedia y la Revolución Francesa. El obispo de Vic, Pablo de Jesús Corcuera y Caserta reeditará, en 1830, la segunda parte de la dicha pastoral para hacer frente, en su decir, a los errores del protestantismo y del racionalismo. En el mismo campo global de la educación y progreso social y económico de la sociedad se enmarca, también, no sólo la valoración de las obras de Campomanes dirigidas al logro de la educación popular, sino que es de los primeros obispos que tras la erección de la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid y siguiendo, como era práctica habitual, sus pautas y matrices, la funda en Lugo, simultáneamente a la de Santiago de Compostela, previo el permiso regio de l4 de febrero de l784. Preside la primera junta pronunciando un memorable discurso en el que, siempre en un contexto religioso, declara que nada es más propio del oficio pastoral que fomentar la agricultura, la industria y las artes.

La respuesta entusiasta de Armanyá a la línea de Campomanes y del propio Ventura Figueroa, su trayectoria respetuosa con el regalismo dominante, su ecuanimidad y méritos globales, prepararon su ascenso al arzobispado de Tarragona donde va a suceder a Joaquín Santillán y Valdivieso que siendo dean de Lugo recibió el encargo de tomar posesión por poderes de parte de Armanyá. A primeros de 1785 es presentado por Carlos III a Pio VI y nombrado arzobispo de Tarragona a sus 67 años de edad. Traducidas las bulas, no recibe, como en Lugo, el pase regio la “Pro Vasallos” del Papa.

Si Armanyá encajó bien en Lugo, es bien recibido en Tarragona y su arzobispado. En su traslado de Lugo a Tarragona pasa y hace estancias en Madrid, Montserrat, Barcelona, y Villanueva y Geltrú. Habiendo tomado posesión por poderes el 30 de mayo, llegado a Tarragona el 25 de junio, hasta el 18 de septiembre no realiza la toma de posesión solemne. El pontificado de Armanyá en Tarragona sigue, por un lado, las pautas eclesiales y canónicas en uso y por otra la experiencia de sus l7 años pasados en Lugo, como, por ejemplo, instituyendo de nuevo en la archidiócesis la Conferencias Morales y Litúrgicas aunque con cierto matiz democrático de que los presidentes y secretarios fueran elegidos, por cada una de ellas, sin intervención episcopal. Es consecuente con las obligaciones derivadas de su señorío episcopal. Interviene, siempre con la colaboración de Félix Amat, en los trámites finales de la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Tarragona, de la que es nombrado director, pronunciando, en su primera junta general el 10 de febrero de 1787, el discurso que inicia: “Nuestro siglo, que por general aclamación de sus filósofos goza el pomposo título de ilustrado, si con alguna cosa lo ha merecido es, a mi juicio, con la institución y propagación de las Sociedades Económicas de Amigos del País…”.

El arzobispo de Tarragona gozaba del título de Primado. Así el encabezamiento de edictos i pastorales especifica “primado de las Españas”. Armanyá conoce perfectamente la historia de la sede primada y de cómo desde 1704 no se había celebrado sínodo diocesano y desde 1757 no se convocaban, tampoco los Concilios Provinciales. El prelado era consciente de que los tales concilios no se celebraban para evitar la presencia de los legados o representantes reales en ellos. Armanyá desde un principio hasta el fin de su pontificado se preocupó, prudentemente, a ver cómo y cuando podrían reanudarse. Así ya en su primera visita “Ad Limina” en 1787 dice que ante la existencia de muchas graves dificultades deja su celebración “ad oportuniora tempora”. Todavía en 1799 solicita información a Félix Amat, estando en Madrid, para que tantee las condiciones del momento para su reanudación.

El momento estelar del paso de Armanyá por Tarragona se encuadra en las consecuencias, para España, de la Revolución Francesa. Aunque políticos españoles, especialmente el Conde de Aranda partidario de la neutralidad, cohonestaban las ideas enciclopedistas de la Revolución y no veían con buenos ojos que se diera acogida a los sacerdotes franceses que huían negándose a firmar la Constitución Civil del Clero , Armanyá, situándose por encima de toda conveniencia política, acoge en su propio palacio, y distintos lugares y monasterios, a más de cuatrocientos sacerdotes y algunos seglares emigrados acusados de ser contrarios a la Revolución. Armanyá pasando por alto toda visión política, como tal, emprende una cruzada impresionante en contra de la declaración de guerra a España por parte de la Revolución, consciente de que Francia miraba, particularmente, al principio, preferentemente a Cataluña como se evidenciaba en la difusión de diversos pasquines. A medida que los acontecimientos y peligros se cernían más amenazadores, nuestro obispo publica, tres importantes pastorales consecutivas (1793-94) que serian reeditadas por doquier. La primera de ellas, la mas extensa y general, fechada en l793 es encabezada : “Con motivo de la guerra contra la nación francesa en el estado infeliz de su anarquía. Para excitar el celo de los feligreses contra el bárbaro furor de aquella nación, se declara su impío sistema y los horrorosos fines que se ha propuesto en la guerra que ha movido : Exhortase a la vigorosa defensa de la religión, del reino y de la patria, o con la fuerza de las armas, o con otros auxilios, según el estado, condición y posibilidad de cada cual”. El obispo hace un análisis crítico de los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad, ponderando que los tres, en principio, son conceptos evangélicos.

Armanyá parece que en los últimos años de su vida, ya octogenario, tras la muerte primero de su protector Carlos III, la de Pío VI la elección de Pío VII y la conmoción originada por la Revolución Francesa etc. afronte el último periodo de su vida con una visión apolítica de la realidad española y europea. Así, por lo que mira a los jesuitas, vemos como, también a partir de las informaciones que recibe de los sacerdotes emigrados franceses, se da cuenta de que los motivos reales de la expulsión y extinción fueron atacar el bastión que ellos significaban para la Iglesia Católica. Así aprovechando la real orden de Carlos IV de 1798, que permite su regreso, acoge con respeto y caridad a los sacerdotes jesuitas provenientes de la Italia ocupada por la Revolución y esto a pesar de creer que no iba a variar sustancialmente la suerte de la Compañía fuera de Rusia. No solo deja que los dichos jesuitas se instalen donde puedan sin aplicarles las limitaciones de la real cedula, sino que no urge el cumplimiento de la ultima orden del Consejo de 1801 de que sean de nuevo expulsados, respondiendo a su favor : “Se han hecho acreedores de mi estimación todos los que han residido en este arzobispado con su ejemplar modestia, conducta irreprensible, sujetos en todo a mis disposiciones y a cuanto se les quisiera encargar a beneficio del público”.

Los políticos españoles de la segunda mitad del siglo XVIII se ocuparon en la ardua tarea de gobernar España y la América Hispana en lo civil, como en lo religioso a través del Patronato Eclesiástico y el regalismo. No es de extrañar que España pareciera como alejada de los movimientos galicanos, del concilio de Pistoya etc. puesto que en cierta manera ya existía una Iglesia nacional española. El Patronato Real defendía, incluso, a los sacerdotes i laicos que acudían a él en litigio con la autoridad eclesiástica, por lo demás nada podía ir ni volver de Roma sin pasar previamente por el Consejo y recibir su “pase”. Pero las circunstancias del obligado juramento de los eclesiásticos franceses a la Constitución Civil del Clero y el nombramiento de obispos constitucionales fieles a la Iglesia Galicana, dio pié a los nuevos políticos españoles, sobre todo en la coyuntura del destierro de Pío VI a Francia donde moriría, en Valencia del Delfinado, el 29 de agosto de 1799, a intentar dar un paso más, ante una sede vacante, que se auguraba larga. Así Carlos IV firmaba el 5 de septiembre de 1799, un controvertido decreto calificado por algunos de cismático. Urquijo y el Consejo pretendían, con él, conseguir, de facto, una cierta independencia de los obispos españoles de la curia romana, en el uso de los poderes o prerrogativas llamadas nativas, a cuyas aspiraciones teóricas, Pío VI se había resistido. Armanyá no se sintió tan conturbado por la real cedula como otros arzobispos y obispos españoles, algunos de los cuales acudieron a él consultando su parecer. El pensó que el agua volvería a su cauce con la elección del nuevo papa. El 2l del mismo septiembre en respuesta a la real cedula de Carlos IV, el prelado en el punto más conflictivo de hacer uso de las facultades nativa de los obispos sin recurrir a Roma dice : “…Y en cuanto al ejercicio de mis facultades, procuraré usar de ellas… con puntual arreglo a la más pura y santa doctrina de la Iglesia, sin faltar ni exceder en ella, especialmente en las materias que pertenecen al valor de los santos sacramentos, estando cierto de que ello es la intención y voluntad de nuestro religiosísimo Soberano”. Armanyá celebró con una pastoral exultante la elección de Pío VII.

Armanyá pese a su edad avanzada y de que los últimos años de su vida su vista quedó muy mermada, su mente se mantuvo siempre lúcida y activa. Perfecto conocedor de toda situación política y religiosa, era posibilista. Logró gracias reales, como que fuera indultado de la pena de muerte, en l799, Francisco Deringer. Intentó reabrir el tema de los Concilios Provinciales de Tarragona, sin éxito, como tampoco logró se publicara, en vida, el Catecismo en Catalán que había compuesto. En cualquier circunstancia no perdía el equilibrio esperando momentos mejores sin hacer concesiones ni agraviar a nadie. Entre las obras materiales unas derivadas de su Señorío y otras de su celo pastoral cabe destacar la conclusión de la restauración, inauguración y bendición del Acueducto Romano, las dos fuentes en la plaza de la catedral y la erección y dotación de una escuela gratuita que, para asegurar su futuro, ligó a la Sociedad Económica de Amigos del País por él tan elogiada.

Después de haber recibido al rey Carlos IV en la catedral el 1802, habiendo enfermado de gravedad el dos de mayo de 1803, moría el día 4 . Félix Amat predicó en Tarragona la oración fúnebre. El seis de junio los agustinos de Barcelona celebraron el funeral en la iglesia de San Agustín. El veintiocho de junio se ofició funeral en Lugo predicando el agustino José Rolán.

Bibliografia i obres


OBRAS

Pastoral sobre el culto de las imágenes, Sant. 1770; Pastoral con motivo de la extinción de los Jesuitas, Sant. 1773; Pastoral en la que se demuestra la infalible verdad de la Religión Cristiana y se promueve la debida instrucción en su doctrina, Sant. 1783; Discurso pronunciado en la primera junta general de la Sociedad Económica de Amigos del País de Lugo, Sant. 1784; Discurso en la primera junta general de la Sociedad Económica de Amigos del País de Tarragona, Ta.1787; Pastoral para que no se entierren los cadáveres en las iglesias sino en los cementerios, Ta. 1787; Pastoral en la que se exhorta al pueblo y se le instruye para recibir dignamente el sacramento de la Confirmación, Ta.1787; Pastoral con motivo de la guerra contra la nación francesa, Ta. 1793; Pastorales, I-II, Ta. 1794; Sermones, I-II, Ta. 1796; Sermones, III-Iv, Ta. 1801; Pastoral sobre la sumisión al Papa y sobre la manera de predicar, Ta. 1801; Compendio de la Doctrina Cristiana, Ba. 1817; para otras obras editadas e inéditas cf. Tort (en BIBL.) pág. 547-551.

BIBLIOGRAFIA

Tort Mitjans, Francisco, Biografía Histórica de Francisco Armanyá Font. Obispo de Lugo y Arzobispo de Tarragona (17l8-1803) Villanueva y Geltrú 1967, 568 pp.

Amat, Félix, Oración Fúnebre, Tarragona 1803.

Bofarull Broca, Antonio de, El más ilustre villanovés, Villanueva y Geltrú, 1882.

Casas, Jordi, La ruta de l`Arquebisbe Armanyà. Itinerari pels indrets vilanovins que recorden l`Arquebisbe, “Penya Filatèlica”, nº 27, Vilanova i la Geltrú 2003.

Cesat, Jaime, Oración Fúnebre, Tarragona 1803.

Corcuera, Pablo Jesús de, Edicto pastoral del… obispo de Vic en que anuncia la erección de la Doctrina Cristiana… y da nueva luz a lo que sobre este importante objeto escribió el Ilmo. Armanyá, Arzobispo que fue de Tarragona, Vic 1830.

Coroleu, Historia de Villanueva y Geltrú, Villanueva y Geltrú 1878.

Durán Cañameras, Un catalán en Lugo, “Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Lugo”, t. I, Lugo 1942-1944.

López Pelaez, Antolín, El señorío temporal de los obispos de Lugo, t.I-II, Lugo 1897.

Tort Mitjans, Francisco, Segon centenari de la mort de Francesc Armanyà i Font. Armanyà devant el regalisme, “enya Filatèlica” nº 27, Vilanova i la Geltrú 2003.

Soberanas Lleó, Amadeo, La biblioteca del Arzobispo Fr. Francisco Armanyà. El Arzobispo Armanyà y la Sociedad Económica de Amigos del Pais de Tarragona, “Diario Español”, Tarragona 1958.

Torres Amat, Félix, Vida del Ilmo. Señor félix Amat arzobispo de Palmira, Madrid 1835; Memorias para ayudar a formar un diccionario de los escritores catalanes, Barcelona 1836, 50-56.